jueves, 25 de julio de 2013

Discriminación, DH, amor y sexualidad



Discriminación, amor y sexualidad
25 de julio de 2013

El artículo primero constitucional, la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación y la Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación del Distrito Federal,  prohíben  discriminar a cualquier persona por su preferencia, orientación o identidad sexual.  Por supuesto de la norma a la realidad  aún hay un largo trecho que recorrer. La discriminación por orientación y preferencia sexual es una de las violaciones a los derechos humanos más comunes en nuestro país.  Esto no es extraño si tomamos en cuenta que vivimos en una sociedad machista, discriminadora y en donde la heterosexualidad se ha erigido como la única forma socialmente aceptada de vivir la sexualidad. 

En sociedades conservadoras como la mexicana,  sexualidad y amor son poco abordados de manera abierta y sin prejuicios. Tratándose además de la población Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Travesti, Trangénero e Intersex (LGBTTTI), abundan los tabúes; de manera que se estigmatiza y coloca en situación de gran desventaja  a esta población para el ejercicio de los derechos humanos. En el libro “Derechos humanos, amor y sexualidad en la diversidad sexual desde la perspectiva de género” (Porrúa, 2013), Carlos Fonseca Hernández aborda en un conjunto de ensayos temas como la discriminación hacia las personas LGBTTTI, las relaciones de pareja basadas no sólo en la sexualidad sino en el compromiso y amor; la experiencia de quienes viven con VIH/SIDA; y los derechos sexuales basados en el autocuidado, la protección, y el amor, particularmente entre la población joven.

El amor se convierte así en un hilo conductor mediante el cual se puede analizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, (legalizado en el Distrito Federal), y que significa el ejercicio de un derecho, pero también una decisión personal y de pareja que al igual que en lo matrimonios heterosexuales puede (ojalá siempre fuera así) estar fundada en el amor. El autor señala que las relaciones de pareja homosexuales son rebajadas por los grupos conservadores y homofóbicos, a cuestiones meramente sexuales, negando la posibilidad de que existan vínculos afectivos reales, con lo que se deshumaniza a las personas LGBTTTI y con ello se les invisibiliza, se niega su existencia y por tanto sus derechos.  

Fonseca Hernández retoma un estudio sobre uso del condón entre jóvenes y señala que “los jóvenes universitarios no usan frecuentemente el preservativo y su uso es fundamentalmente por temor a evitar una infección de transmisión sexual o un embarazo, en vez de utilizarlo por amor a sí mismos y hacia su pareja o como muestra de responsabilidad y compromiso mutuo”.  Por ello es importante insistir en la necesidad de una educación sexual basada en información científica y libre de prejuicios, acompañada de una formación integral que motive el autocuidado y autoprotección. Esto, como parte del ejercicio de una sexualidad responsable y amorosa con la pareja sexual y consigo mismos.

Finalmente, retomo uno de los ensayos del libro citado y dedicado a la problemática del VIH/Sida. En México, de acuerdo al Registro Nacional de Casos de SIDA, en 2011 habían 151 mil 614 casos de SIDA y 36 mil 714 casos de personas con VIH (que aún no desarrollan la enfermedad). De los casos registrados de VIH el 44 por ciento se ubican en el Distrito Federal.  La principal forma de transmisión del VIH es la sexual, por ello es fundamental insistir en la importancia de la difusión y educación en materia sexual y reproductiva. Más allá de las cifras y estadísticas, el autor nos comparte la experiencia de un grupo de hombres gay que viven con VIH/Sida, quienes han logrado superar el miedo, la ira e incluso abandonar relaciones agresivas o destructivas y reconocer “que vivir con VIH/Sida no significa la renuncia a la sexualidad, sino al contrario, ofrece la posibilidad de vivir una sexualidad plena a través del uso del condón”, reconociendo que amarse a sí mismos implica protegerse y proteger a la pareja. 

Ana Luisa Nerio Monroy
@aluisanerio

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