miércoles, 11 de marzo de 2020

Relato de un domingo 8 de marzo en la CDMX (2020)


Relato de un domingo 8 de marzo en la CDMX (2020)

Autora: Ana Luisa Nerio Monroy

Buscando a mi tribu

Desde que tuve conocimiento de la convocatoria pensé en asistir, ya he asistido a otras marchas del 8 de marzo o con motivo de alguna causa de defensa de los derechos humanos. Sin embargo, una pérdida personal me tuvo “varada” unos días. No abundaré en ese tema pues amerita otro texto. Estaba en duelo, deprimida y había somatizado la tristeza convirtiéndola en cansancio crónico y malestar estomacal continuo. Así que fue justo en la mañana del domingo 8 de marzo, muy temprano, que me decidí a asistir a la marcha, pero no tenía un contingente o grupo al cual unirme. No hubo problema. Unos mensajes a unas amigas y fui aceptada de inmediato. Ellas ya se habían organizado y me sumaron rápidamente. Primer acto sororo que recibí esa mañana.

Desayuné con mi “amorts”, porque para luchar por los derechos hay que llevar el estómago lleno y el corazón contento. No quería que con la caminata y el sol se me bajara la presión. Me vestí de negro y morado. ¡Ah y mucho protector solar! El pañuelo verde lo conseguiría después, tal y como lo informó una chica del grupo, con las la chavas de la “marea verde”. En la bolsa el kit básico: dinero en efectivo, una identificación, boletos del metro, pañuelos, agua, dulces (por si se requería azúcar), más protector solar.

De camino al metro

El amorts me llevo al metro para no caminar sola. Y allí sentí un poco de desazón. Un poquitín de miedo. Llegué antes de lo acordado con mis amigas. Avise que ya estaba allí. Ellas venían en camino. A pesar de no ser tan temprano (11:00 A.M.), no había mucha gente. Y no pude evitar pensar en esas personas, y sobre todo hombres que atacan a las feministas o que te miran con la vestimenta morada y hacen cara de desaprobación. Y recordé los rumores en redes sobre las amenazas de rociar con ácido a mujeres que participarían en las marchas. “Nosotras preparamos glitter rosa y ellos amenazan con ácido” leí en Twitter días antes.

Otras mujeres con prendas moradas o verdes fueron llegando al metro. Ya no me sentí tan sola. Cuando mis amigas estuvieron cerca me avisaron para subirme al vagón correcto y encontrarnos. Así fue. Su grito de alegría y de que la primera “colecta” había sido un éxito, me sonrojó. Bajamos estaciones adelante para esperar a más mujeres. Pasillos y vagones se pintaron de violeta y verde. Eran muchas y seríamos todavía más. Una vez reunidas la siguiente parada fue el “El Caballito” sobre Avenida Reforma.

Nos vamos sumando

Ya sobre Reforma y cerca de El Caballito esperamos a otras mujeres. No éramos el único grupo, por supuesto, muchas chavas se encontraron allí con sus amigas. No es romanticismo ni sentimentalismo, pero daba mucha alegría ver a mujeres de diversas edades platicar, sentarse en el piso para elaborar sus carteles, trenzarse el cabello, pintarse consignas en el cuerpo con color verde o morado. En mi grupo se compartió el plumón indeleble para que unas a otras nos ayudáramos a escribir nuestro nombre, el de nuestro contacto, teléfono de contacto y nuestro tipo de sangre “por si acaso”. Otro acto sororo. Una chava llevaba un gatito de peluche con cascabel para que nos ubicarnos y nos cuidarnos entre nosotras.  No todas nos conocíamos, éramos amigas de las amigas, pero allí no conformamos como un grupito para poder salir juntas y apoyarnos. Mas actos sororos.  Por fin llegan todas las que esperábamos. Nos movemos hacia el Monumento a la Revolución.






Inicia la marcha

Juntas nos sumamos al contingente de mujeres que van solas, el que no admite hombres.  Nos damos cuenta que somos muchísimas las que vamos a marchar. Mujeres de todas las edades, algunas que se reconocen feministas otras no, pero en general en contra de la violencia hacia las mujeres. En nuestro grupo van dos niñas de 12 y 13 años. Hijas de mis amigas. Y da gusto verles tan valientes y con ganas de marchar y participar en algo que sus mamás les explican, será histórico. Ver mamás con sus polluelas marchar fue de lo más bonito que viví en la marcha. Para que ellas tengan un mundo distinto, para que no vivan con miedo, para que sean libres de elegir sus vidas.

Las consignas

Y marchábamos, lento, nos deteníamos, avanzábamos, nos deteníamos.  Varias comentamos que éramos muchas mujeres y tal vez eso había alentado la marcha. No perdimos el ánimo, aunque quedamos por momentos atrapadas entre contingentes con posturas diversas. Así te das cuenta que no todas las mujeres se consideran feministas ni todos los feminismos son iguales.

Por momentos las consignas no lograban tener todo el eco que hubiéramos deseado, pero nosotras gritábamos ¡Se va a caer! ¡Lo vamos a tirar! ¡El Estado opresor es un macho violador!, ¡No somos una, no somos cien, mira gobierno, cuéntanos bien! ¡Yo sí te creo, yo sí te creo! ¡Te digo que no, necio no, mi cuerpo es mío, yo decido, tengo autonomía y yo soy mía! Por supuesto en varios tramos brincamos cantado “El que no brinque es macho”. Volvimos a retomar Reforma y una vez más pasamos por El Caballito. Allí nos alcanzó una amiga más.  Seguimos rumbo al zócalo. El sol pegaba con fuerzas. Más protector solar y agua para no deshidratarse.  Allí nos tocó escuchar los primeros golpes, ruidos fuertes de mujeres que intentaban tirar las vallas de protección de algunos inmuebles.  Unas gritaban ¡No violencia! Otras ¡Fuimos todas! Había un poco de confusión. La policía protegía edificios y monumentos ¡Me protegen mis amigas, no la policía! ¡Quisiera ser monumento para que el gobierno me proteja! Gritábamos.

Algunos hombres

En tres ocasiones me sumé a los gritos para sacar a hombres de nuestra sección ¡Fuera hombres! Íbamos en el contingente de sólo mujeres, sin hombres, por lo tanto, compañeras se acercaron a ellos para pedirles se salieran, algunos decían, “pero vengo con ustedes, soy aliado, las apoyo, vengo en paz”.  La respuesta era “vete al contingente del final”. Si leyeran cómo se organizó la marcha, sabrían que los hombres sólo podrían sumarse hasta el contingente del final. Ah, pero… ¡No! Allí van de protagonistas.

Y nos retiramos (sin llegar al Zócalo)

El cierre de calles obligó a las mujeres a tomar 5 de mayo. Allí, apenas a la altura del Banco de México, de repente se oyó un estruendo, las mujeres empezaron a correr de regreso; nos tomó por sorpresa, tuvimos que correr de regreso, perdí de vista a mí grupo.  Hubo miedo, confusión.  Me moví hacia unas ambulancias y allí encontré a dos chavas de mi grupo.  Vimos que estábamos bien y empezamos a caminar nuevamente para buscar a nuestras amigas. Otra vez ruido, mujeres corriendo. Encontramos a las demás chavas. Una de las niñas casi se cae y estaba algo asustada. Otra de as chica se cayó y tenía un ligero raspón. Nada grave. Estábamos bien. Seguimos marchando, pero nuevamente empieza los gritos y la confusión. En se momento decidimos que ya no llegaríamos a la plancha del zócalo. No estábamos seguras sobre qué estaba pasando y lo primero sería nuestra seguridad y la de las niñas.  Caminos juntas a una estación del metro segura. Esperamos estar las del grupo que al final se había quedado con unas 10 de nosotras ya que el resto se había separado durante distintos momentos de la marcha, pero nos aseguramos de que todas estuvieran bien. Y al final, esa frase que, aunque ya se ha normalizado nos recuerda que las cosas deben de cambiar ¡Mandan mensaje de que llegaron bien!

Actos “vandálicos”

Durante la marcha se realizaron pintas, se tiraron muros o bardas de protección de inmuebles o monumentos. Sí. Sí paso. Fueron los menos. No se si yo haría algo así, pero entiendo a las chavas que lo hacen. Antes no lo entendía. Hubo un tiempo en que no comprendía por qué se realizaban ciertas acciones que a mis ojos eran “vandalismo”.  Gracias a muchas amigas y después de escuchar y leer las razones de estos actos, hoy lo veo distinto.  No estoy a favor de la violencia y esto no es violencia. Son actos de intervención sobre cosas, y las cosas no sufren violencia, las mujeres sí. Los edificios, inmuebles, estatuas y monumentos se restauran o se reconstruyen. Una mujer asesinada no volverá.  El hartazgo, la indignación, la rabia pueden llevar a expresiones de que ante los ojos de otras y otros no “sean las formas”.  Una de las chavas de mi grupo señaló que las chicas de negro que realizaban estos actos “se la jugaban”, que hacían lo que muchas no nos atrevemos; que lo mínimo que podíamos hacer era no agredirlas y “arroparlas” (qué bonita palabra). Esto no es vandalismo, porque un vándalo o vándala realiza un destrozo con el mero objetivo del daño por el daño, sin que detrás de su acción haya una demanda social. Aquí hay una demanda clara que durante muchas décadas el Estado Mexicano no ha atendido: las mujeres en todo el país corren peligro todos los días, las matan por ser mujeres; la cultura machista sigue imperando en todos los espacios, no hay seguridad pública eficaz, ni justicia con perspectiva de género y sigue reinando la impunidad.

En casa

Ya en casa dediqué un rato revisar la cobertura de la marcha en redes sociales y medios de comunicación.  Muchos resaltaban la gran convocatoria y que era un día histórico. Otros señalaron los actos de “vandalismo”. Yo, por mi parte, disfruté muchísimo ver todas las maravillosas fotos que se difundieron, ver a un montón de amigas, compañeras y conocidas vestidas con morados y verdes, con sus pañuelos y sus pancartas en fotos individuales y grupales; los mensajes, los post, las reflexiones, las vivencias compartidas de muchas mujeres que marcharon en la Ciudad de México o en otras partes del país y del mundo se cuentan por miles. Hay imágenes hermosas, con mujeres de todas las edades y estilos, con carteles y mensajes exigiendo sus derechos. La marcha va a dar material para muchas charlas, intercambio de ideas y reflexiones.

Me fui a dormir cansada pero muy contenta de haber participado. Por supuesto al día siguiente (9 de marzo), yo hice paro. Me encerré en casa a leer y a realizar acciones de autocuidado. También desaparecí de las redes sociales. 

La sororidad

Esta palabra aún desconocida para muchas personas cobra significado real, tangible y palpable en momentos y días como este 8 de marzo. Sororidad, hermandad entre mujeres, apoyo entre hermanas, sin juzgar, tratando de ponerse en los zapatos de la otra, sin rivalizar, empatizando con las demás. Amigas que te suman a su grupo, que te esperan, que te agregan un grupo de mensajes para estar en contacto y asegurarse de que si algo pasa serás monitoreada. Grupos distintos que se protegen entre sí, chavas y mujeres mayores gritando que te pongas tu pañuelo para protegerte de algún tipo de gas que aventaron (no podría decir que lacrimógeno, porque al parecer no fue eso). Unas a otras nos protegíamos, en un momento tenso entre varias cargaron la carreola con todo y crío de una marchista. Nos compartimos, agua, chocolates, dulces, cigarros, boletos del metro, nos sonreímos, gritábamos y cantábamos. También compartimos nuestra preocupación porque algo pudiera salirse de control y por nuestra seguridad.

No voy a romantizar, seguro muchas de las que marchamos no compartimos ideas o formas de actuar de otras. Las mujeres somos muy distintas, cada una desde sus experiencias, vivencias y distintos espacios. En el feminismo hay mucha diversidad y no todas las mujeres son o se reconocen feministas. Lo que en esa marcha y momento histórico nos convocó fue la indignación, la preocupación y el hartazgo ante la violencia que las mujeres vivimos en el país.

Muchos hombres reconocieron que esta marcha y el paro del 9 de marzo eran necesarios y que ellos, desde sus espacios, también debían trabajar en cambiar la cultura machista, cuestionarse sus privilegios y la forma en que han construido su masculinidad. Esto también me parece positivo.

Muchas mujeres que no suelen asistir a la marcha del 8 de marzo, lo hicieron esta vez. Eso fue muy positivo. Otras tantas no pudieron asistir, pero expresaban su apoyo e interés por entender lo que pasaba y por seguir reflexionado en sus distintos espacios del porqué de la situación de violencia que estamos viviendo. Sobre todo, pensando en qué hacer para que esto cambie, tal vez desde casa, desde un trabajo más micro pero que sin duda puede impactar.

Finalmente leí en una red social el texto de una chava que señalaba que las mujeres no solamente marchamos, las mujeres y las feministas hacemos muchas cosas más para que en este país y mundo se respeten los derechos humanos de otras mujeres y de todas las personas. Marchar o protestar es un derecho que ejercimos y seguiremos ejerciendo. Y al mismo tiempo seguiremos trabajando, cada una desde su espacio para en verdad haya una cambio cultural y social a favor de que todas las mujeres gocemos de todos los derechos, hoy en particular, el derecho a vivir una vida libre de violencia.

¡Nos queremos vivas, libres y sin miedo!
@aluisanerio