lunes, 15 de octubre de 2018

16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación: tradiciones y calabaza en tacha



Autora: Ana Luisa Nerio Monroy

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), fue fundada el 16 de octubre de 1945 y por ello, esta fecha se celebra cada año el Día Mundial de la Alimentación. La alimentación es un derecho humano básico, indispensable para la vida humana. 

Es un derecho “complejo” porque en él convergen una gran cantidad de aspectos o componentes, sin los que no podría entenderse su trascendencia más allá de la ingesta de minerales, proteínas, vitaminas y otros nutrientes que el organismo humano necesita.

La alimentación debe ser suficiente en cantidad, de calidad, inocua (que no nos haga daño), accesible económica y físicamente y culturalmente aceptable.  Sobre este último componente me voy a centrar. ¿Puede acaso una mexicana o un mexicano no pensar en comida y la muy variada y rica cocina mexicana? Por supuesto que nos hace total sentido hablar de alimentación y cultura tomando en cuenta que en nuestro país la comida es parte fundamental de las tradiciones, saberes y formas de vida, de quienes habitan los distintos estados que componen la República Mexicana.







La comida, los alimentos, las especies, los olores, sabores y colores forman parte de la cultura del país y de nuestra propia historia de vida. ¿Cuántas recetas de familia pasan de generación en generación? ¿Quién de ustedes tiene en la memoria ese platillo que sólo su abuela, abuelo, tía, tío, mamá, papá, hermana sabe hacer de manera tan única y deliciosa?

En este Día Mundial de la Alimentación celebro su componente cultural compartiendo una receta familiar. La calabaza en tacha (dulce) de mi mamá, receta que además viene muy a cuento en estos días próximos a la celebración de Día de Muertos.

Calabaza en tacha (dulce).

1 kilo de calabaza de Castilla en pedazos medianos/ ¼ de piloncillo/ 1 taza Agua/ 4 Rajas de canela/ 2 clavos de olor.

Se cuece la calabaza en una olla o cacerola con una taza de agua, ( no más de una taza pues la calabaza suelta muchísima agua y queremos que el dulce quede espeso); se agrega, el piloncillo, la canela y los 2 clavos de olor, (no más de 2 o se amarga). Se pone al fuego y una vez que suelte el primer hervor se pone baja el fuego bajito y se deja cocer durante 30 minutos. Revisar que este bien cocida. ¡Listo! Se sirve como postre.

@aluisanerio

jueves, 11 de octubre de 2018

11 de octubre Día Internacional de la Niña, violaciones a sus derechos en México (2018)




Autora: Ana Luisa Nerio Monroy


No es casual que la lucha por la igualdad de género y la prevención y eliminación de la violencia en contra las mujeres sea un tema de preocupación mundial ya que en todos los grupos de población: personas con discapacidad, personas mayores, migrantes, indígenas, refugiados, desaparecidos, población LGBTTI, etcétera, hay mujeres.


Y son las mujeres las que dentro de esos grupos de la población suelen ser las que a causa del sistema patriarcal y todo lo que éste implica con su machismo y misoginia, enfrentan más obstáculos ejercer y gozar de todos sus derechos.


Peor aún, si se trata de las niñas pues aún no se ha superado la visión adultocéntrica que trata a las niñas y niños como propiedad de las personas adultas y que no les reconoce derechos más allá de los que “la sabiduría de los años decide darles”. Si se suma a la edad el asunto del género, tenemos una combinación alejada de un enfoque de derechos de la infancia que coloca a las niñas en situaciones de gran vulnerabilidad.


Se considera que la niñez va de los cero a los 18 años. En México la Encuesta Intercensal 2015 señala que residen 39.2 millones de niñas, niños y adolescentes de 0 a 17 años, lo que representa 32.8% de la población total. Aproximadamente la mitad de esa población son niñas. Es decir, en México hay cerca de 20 millones de niñas que se enfrentan a diversas problemáticas y obstáculos para el goce y ejercicio pleno de sus derechos humanos.


Por ejemplo, la Fundación para la Justicia y el Estado de Democrático de Derecho señaló, hace algunas semanas que, de los 5 mil 452 menores desaparecidos, 3 mil 217 son niñas y 2 mil 235 niños. (Datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas)[1]. ¡Más de 3 mil niñas! Niñas cuyas familias viven en la desesperación y dolor de no saber dónde están. La desaparición de estas niñas puede tener diversas explicaciones: crimen organizado, trata de personas, explotación sexual, explotación laboral, tráfico de personas, violencia de género. Por su edad o grado de madurez, así como por su condición de mujeres, las niñas son un grupo en situación de mayor vulnerabilidad dentro de las propias mujeres. Ante esta problemática, como en muchas otras, poco ha hecho el Estado Mexicano o lo que ha realizado no ha resultado realmente efectivo.  


Otro ejemplo, y tema de verdadera alarma en nuestro país es el de embarazos en niñas y adolescentes. La organización IPAS señala en un estudio presentado este año (100% recomendable su lectura)[2], que en 2016 México registraba más de 11 mil nacimientos en niñas entre 10 y 14 años. Cifra tras de la que se pueden ocultar muchísimos casos de violencia sexual. ¿Puede alguien imaginar a una niña de 10 años teniendo relaciones sexuales de manera consiente y consentida? Yo definitivamente no.






Un embarazo durante la adolescencia conlleva diversos riesgos para la vida y salud de madres, hijos o hijas. Asimismo, el proyecto de vida de la joven se ve obstaculizado. Un gran número de madres adolescentes no continúan o no concluyen sus estudios y esto repercute en otros de sus derechos como la salud, el trabajo y una vida libre de violencia.


Este 11 de octubre, Día Internacional de la Niña es una fecha para reconocer la enorme cantidad de violaciones a los derechos humanos que millones de niñas viven en todo el mundo. Exigir el respeto a sus derechos, no callar ante las injusticias; cambiar la forma en que educamos a niñas y niños puede contribuir a que no haya niñas sin acceso a la educación, a la salud, o a una vida libre de violencia. #LasNiñasTambiénCuentan





@aluisanerio







[1] Sin Embargo, La cifra del horror: 3,217 niñas y 2,235 niños desaparecidos en 10 años en México; 70%, con Peña en http://www.sinembargo.mx/30-04-2018/3413470
[2] IPAS, Violencia sexual y embarazo infantil en México. Un problema de salud pública y de derechos humanos. https://www.ipasmexico.org/wp-content/uploads/2018/06/Brochure%20Violencia%20Sexual%20y%20Embarazo%20Infantil%20en%20Me%CC%81xico,%20un%20problema%20de%20salud%20pu%CC%81blica%20y%20derechos%20humanos.pdf

jueves, 6 de septiembre de 2018

Mujeres que hacen historia Josefa y la decisión que inició la Independencia de México



Autora: Ana Luisa Nerio Monroy

La historia la cuentan los vencedores, y lo escribo así, en masculino genérico, sin señalar a las vencedoras porque algo que han señalado cada vez con más fuerza los estudios feministas y de género, es la invisibilización de las mujeres y sus aportes a lo largo de la historia. La Independencia de México no es la excepción. ¿Cuántas mujeres que participaron de muchas y muy diversas formas en este movimiento han quedado en el olvido? Casi imposible saberlo, pero seguramente existieron. La cuestión aquí es que la cultura patriarcal y el androcentrismo borraron a muchas mujeres de la historia y a otras les regatearon méritos y logros. Ese es el caso de Doña Josefa Ortiz de Domínguez.

Este mes patrio, como le llamamos a septiembre las y los mexicanos, retomo una de las mejores y más bellas prácticas de historiadoras y escritoras feministas. Recordar a una mujer cuyo papel en nuestra historia nacional fue fundamental. Ciertamente Doña Josefa no es el caso de la mujer totalmente borrada de la historia. Pero tampoco se le ha dado el peso que probablemente merece y en algunos aspectos me parece, su papel se ha reducido a un cotilleo de café, por ese invento muy de la cultura machista, de su romance con Ignacio Allende.

Quitar estatura y carácter a mujeres como Doña Josefa y muchas otras, es una práctica del patriarcado y la cultura androcéntrica que hay que denunciar. Josefa, como señalan estudios serios, era una mujer educada, de gran personalidad, integridad y decisión. Una mujer mucho más bella físicamente de lo que sus representaciones muestran, porque hasta en eso el sistema patriarcal busco restarle importancia. Guapa e inteligente ¡Imposible! Para dotarla de cierta “respetabilidad” necesitaban mostrarla al mundo como fea y vieja; pero Josefa era una mujer en sus 30 años, de un cuerpo armonioso y un rostro bonito, cuando comenzó el movimiento independentista. Este dato lo traigo a colación no para restar importancia a la inteligencia, capacidad de trabajo y fuerza de carácter de Josefa, sino, insisto, para que repensemos en estas representaciones patriarcales y machistas que se hacen de mujeres que se salen de los estereotipos de género y de los cánones de lo que se permitía y esperaba de una mujer en esa época.

Considero necesario recordar que no abundan las fuentes documentales sobre las mujeres que participaron en la independencia. En algunos casos debido a que se perdieron los documentos, en otros porque nunca existieron esos relatos.  Recordemos también que pocas mujeres tenían acceso a la educación y podían escribir cartas o algún documento que dejara constancia de sus actividades o pensamientos. Insisto, la historia era contada y escrita por hombres, desde su visión empañada por la cultura patriarcal y machista. Si a eso se suma el poder de la Iglesia conservadora de la época, las mujeres eran vistas como seres inferiores, subordinadas, destinadas para el servicio, para ser madres, hijas, esposas o monjas. Que una mujer tuviera educación, opiniones propias, voz y poder, era algo que molestaba a ciertos círculos sociales y sobre todo a ciertos hombres.

El contexto cultural y social del Siglo XIX no era favorable para una mujer adelantada a sus tiempos como lo fue Doña Josefa Ortiz de Domínguez. Hija de un militar vasco, quedó huérfana muy niña y ante el hecho de que su hermana mayor quien la cuidaba, contraería matrimonio, tuvo uno de sus primeros actos de rebeldía, y por sí misma solicito su ingreso al Colegio de las Vizcaínas (ubicado en lo que hoy es el centro histórico de la Ciudad de México). Allí estudió hasta su adolescencia. Documentación existente verifica este hecho y que Josefa era una niña inteligente, aunque difícil. Y por difícil, en una lectura actual y con perspectiva de género, pudiera significar una niña que preguntaba, que no se quedaba callada ante las injusticias, como lo reflejó su personalidad años posteriores.

Allí en las Vizcaínas conoció a Don Miguel Domínguez, un hombre cerca de 15 años mayor que ella y con prestigio como abogado. Don Miguel cortejó a Josefa y dado que el Colegio no consentía su noviazgo, Josefa decidió escaparse para irse a vivir con Don Miguel. La falta de fuentes documentales sobre este hecho, no nos permite saber mucho de cómo y por qué Josefa decidió marcharse así. Lo cierto es que dos años después y con una hija, contrajeron matrimonio. Junto con su esposo vivió en Querétaro, en donde Don Miguel era el Corregidor (Gobernador).

Josefa era una mujer educada y seguramente eso influyó en su interés en los problemas políticos y sociales de México, su posición social al lado de Don Miguel Domínguez le permitió, además, rodearse de la gente que como ella consideraban que la Nueva España debía independizarse. No era una mujer analfabeta y que no supiera escribir. Como ya se señaló, estudió en las Vizcaínas. Sus mensajes hechos con recortes de periódico eran elaborados así para que no se descubriera su identidad a través de su caligrafía. Junto con su esposo, Josefa era parte de la conspiración que planeaba el levantamiento independentista. Descubierta la conspiración, es famoso el pasaje histórico que cuenta que fue a través de Josefa que el cura Hidalgo fue alertado.

Lo que poco se sabe es que muy probablemente Josefa fue en realidad quien inicia el movimiento, ya que cuando avisan a Don Miguel Domínguez que la conspiración fue descubierta, tiene miedo de que se sepa que él y Josefa forman parte de la misma y no quiere actuar. Josefa insiste en que se alerte al cura Hidalgo. Don Miguel Domínguez no sabe cómo actuar y la encierra en el cuarto desde donde Josefa da tres golpes con el tacón de su zapato (hay historiadores que señalan que eso del tacón es mito), para instruir al mensajero que viajó para avisar a Miguel Hidalgo que había que iniciar ya el movimiento. No es una advertencia, sino una orden para tomar las armas; no hay vuelta atrás, la conspiración ha sido descubierta. Fue Josefa la “chispa” que inició el levantamiento. De no haber tomado esa decisión en ese momento tal vez la historia sería otra.

Josefa fue aprendida estando embarazada de su hija número 14. Sí, catorce hijos e hijas, tuvo Josefa. Eso aunado a los malos tratos y penurias de los años que pasó encerrada en los dos conventos en los que fue apresada por su participación en la conspiración, influyeron en su muerte relativamente joven pues falleció a los 60 años aproximadamente.

Josefa fue liberada en gran medida por la labor de defensa de Don Miguel Domínguez y una vez libre y con la independencia ya consumada vivió en una casa en el centro histórico de la Ciudad de México que aún existe. Nunca dejó de estar activa políticamente. Doña Josefa no murió en la pobreza, pero nunca aceptó tampoco pago alguno por su papel en la independencia. Ella consideraba que había hecho lo que sus ideales y convicciones le habían dictado.

Su amor por México, por un proyecto de país independiente, libre de yugos extranjeros, su niñez como huérfana, la formación académica de las Vizcaínas, su matrimonio con un hombre educado y liberal, su fuerza de carácter, integridad y convicciones la colocan en un lugar especial en nuestra historia.

Josefa fue hija, esposa, madre, amiga, pero también cómplice, conspiradora, libertadora, y mujer de avanzada. 

Bibliografía:
·         Ángeles González Gamio, “Josefa y su Independencia”, Editorial Miguel Ángel Porrúa, México, 2016.
·         Radio INAH, Serie Somos nuestra memoria. Ángeles González Gamio “Josefa Ortiz de Domínguez: Un emblema femenino de la independencia”. https://www.youtube.com/watch?v=mdR9290guiI
·         El Colegio de México, Nueva Historia General de México.
·         Brian Hamnett, Historia de México, 2016.


miércoles, 5 de septiembre de 2018

La participación política de las mujeres en México y la violencia política



Autora: Ana Luisa Nerio Monroy



Ciertamente la participación política de la mujer ha transitado por caminos pedregosos. El machismo toma forma muchas veces en acciones que restringen las oportunidades de las mujeres para contender en elecciones, o que una vez electas, sufran de distintas modalidades de violencia política que se puede traducir en que no puedan tomar posesión del cargo, no se les den los recursos para realizar las tareas para las que fueron electas, sean acosadas sexualmente o se ejerzan actos de violencia contra el personal que colabora con ellas o en contra de sus familias. Es sobre este aspecto, participación política y violencia contra las mujeres que desarrollo el presente texto




MARCO LEGAL INTERNACIONAL Y NACIONAL
A nivel internacional se ubica la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW por sus siglas en inglés), de la cual México es Estado parte y que afirma los derechos humanos y las libertades fundamentales en igualdad para todas las mujeres. La CEDAW, entre otras cosas señala que, los Estados partes tomarán todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer en la vida política y pública de su país.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos reconoce en el artículo 1ro constitucional el derecho a la igualdad y no discriminación por ningún motivo para todas las personas y el artículo 4 constitucional establece la igualdad entre las mujeres y los hombres.

El artículo 35 constitucional establece las prerrogativas de ciudadanas y ciudadanos, entre las que se encuentran la de estar en posibilidad de ser votado para todos los cargos de elección popular, la de votar en las elecciones populares, y la de asociarse individual y libremente para participar en forma pacífica en los asuntos políticos del país.

La Ley General de Instituciones y Procesos Electorales y la Ley General de Partidos Políticos reconocen la igualdad de mujeres y hombres para contender por puestos políticos y participar como candidatas. Reconoce por ejemplo el principio de paridad.


PARTICIPACIÓN POLÍTICA Y VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA LAS MUJERES


Si bien, cada vez gozan de mayor reconocimiento las aportaciones realizadas por las mujeres para el establecimiento de gobiernos representativos, transparentes y responsables en muchos países, hay un problema mundial de violencia contra las mujeres, de la que la esfera de la participación política no está exenta. La Asamblea General de las Naciones Unidas ha señalado estar “Sumamente preocupada porque las mujeres siguen estando marginadas en gran medida de la esfera política en todo el mundo, a menudo como resultado de leyes, prácticas, actitudes y estereotipos de género discriminatorios, bajos niveles de educación, falta de acceso a servicios de atención sanitaria, y debido a que la pobreza las afecta de manera desproporcionada.[1]

Entre los derechos políticos se encuentran el derecho a la participación, el derecho a votar y a ser votado. Por derecho a la participación se entiende aquella  posibilidad de participar en la formulación de las políticas gubernamentales y en la ejecución de éstas; ocupar cargos públicos y ejercer todas las funciones públicas en todos los planos gubernamentales.[2]

En materia de derechos políticos, un primer gran avance para las mujeres mexicanas fue la reforma constitucional de 1953 que reconoció el derecho al sufragio. Esto si bien significo un adelanto en términos de igualdad formal, fue insuficiente para lograr una mayor equidad entre hombres y mujeres en el ámbito político.[3] En los siguientes 60 años las mujeres han tenido que luchar porque se les reconozca en las leyes, pero sobre todo en la realidad, su derecho a participar en la vida política del país, ser postuladas como candidatas a cargos públicos y a participar en la vida y toma de decisiones de los partidos políticos en los que militan.
México cuenta con un marco legal que garantiza la igualdad formal para la participación política de mujeres y hombres.  Inclusive, si bien falta un largo trecho por recorrer, las cuotas de género para que los partidos políticos postulen una proporción determinada de mujeres a cargos de elección popular, tienen ya un grado de avance y aceptación formal.

Considero que el problema sustantivo no está allí hoy. Las cuotas bien que mal caminan. Pero siguen faltando más oportunidades para que las mujeres puedan contender en condiciones de igualdad frente a los hombres y para que una vez electas puedan ejercer sus cargos de manera adecuada sin que se les pongan obstáculos en razón de ser mujeres. Así en los recientes 5 a 10 años, ubico un problema grave de discriminación en la esfera de la participación política de las mujeres que se concreta en diversas formas de violencia política.

La Ley General de Igualdad entre Mujeres y Hombres reconoce como discriminación contra la mujer,  “Toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera”. Muy interesante resulta, que la Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia no reconoce la violencia política ni menciona en su texto nada en concreto sobre este tema. Vale la pena señalar que ya se ha planteado desde distintas instancias públicas y de la sociedad civil la necesidad de incluir este tipo de violencia en la citada Ley.


Conforme se leen las notas de periódicos y medios de comunicación electrónicos, así como los textos que se consultan, se puede observar que los casos de violencia política contra las mujeres en México siguen un patrón o se insertan en contextos relativamente sencillos de ubicar pues el mayor número de casos se registran en sitios con un alto grado de marginación, pobreza, con un bajo nivel educativo y en donde prevalece una cultura machista.


En estos contextos se considera que una mujer no puede ocupar un cargo político no puede ser ocupado y cuando una de ellas aspira a una alcaldía, por ejemplo, el primer tipo de agresión que se registra es la baja o nula propaganda o exposición de su perfil para ser conocida por el electorado.


“La Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade) registró 580 casos de violencia política contra las mujeres entre 2012 y agosto de 2017. El 2015 fue el año cuando mayor cantidad de denuncias se presentaron, con un total de 203 averiguaciones previas, seguido de 2012 con 192; 2013 con 67; 2014 con 55; y 2016 con 52.[4]


En noviembre de 2017 el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y el Instituto Nacional Electoral (INE) presentaron el Protocolo para la atención de la violencia política contra las mujeres en razón de género, donde se especifica que este tipo de agresión responde a “todas las acciones y omisiones basadas en elementos de género que tengan por objeto anular el reconocimiento de los derechos políticos inherentes a un cargo público”.[5]


La violencia política puede manifestarse de distintas formas: se usa por ejemplo el pronombre masculino en documentos oficiales, se miente a la mujer candidata o ya electa sobre la ubicación y hora de las reuniones, no se facilitan los recursos para el desempeñar sus funciones, se le acosa sexualmente y en algunos casos se ha atentado contra el personal que colabora con ella o su familia para presionarla a que abandonen el puesto de elección popular para el que han sido asignadas.


Un caso de violencia política en el que se presentaron actos de agresión contra personal que colaboraba con una mujer elegida a un cargo fue el de Rosa Pérez Pérez quien fue electa presidenta municipal de San Pedro Chenalhó en Chiapas, como representante del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en las elecciones de julio de 2015. En octubre de ese año tomó protesta y el 25 de mayo de 2016, fue obligada a presentar su renuncia a cambio de poner en libertad a dos legisladores que colaboraban con ella y que fueron secuestrados; sufrió diversas amenazas, violencia psicológica y económica, así como el registro de vandalismo en las instalaciones de su oficina.[6]


En otro caso de violencia política contra una mujer, se encuentra el de Yuritzi Jhosselin López Oropeza, síndica del ayuntamiento de Jaltenco, (Estado de México). El caso de la síndica fue el primero de violencia política de género en la entidad, que fue juzgado por el Tribunal Electoral del Estado de México (TEEM), tras denunciar al presidente municipal de Jaltenco, el priista Armando Ramírez Ramírez, y al cabildo, de actuar de manera discriminatoria en su contra.

La funcionaria presentó su denuncia ante el TEEM que emitió un fallo a su favor, tras haber sufrido discriminación y ofensas por parte del alcalde y su cabildo, al no asignarle recursos públicos ni personal a su oficina para poder operar, pero tampoco prestaciones laborales, además de recibir llamadas amenazantes para “dejar de meterse en lo que no le importa”.

El TEEM ordenó al presidente municipal abstenerse de realizar cualquier acto de violencia de género en contra de la síndica, así como cualquier otra situación que directa o indirectamente repercuta en la acción del derecho político-electoral de ejercer el cargo.

El pasado 05 de mayo, con el número de expediente ST-JE-6/2018, tanto el alcalde, así como los miembros de cabildo, secretario del ayuntamiento y director del Jurídico y Límites Territoriales, fueron nuevamente notificados de informar al TEEM, anexando pruebas el cumplimiento de lo ordenado, ya que la instrucción no ha sido cumplimentada.


CONCLUSIONES

El derecho a la participación política es un derecho humano que cualquier persona sin importar su sexo o género tiene. En México se ha avanzado mucho desde el reconocimiento del voto femenino hasta contar en este 2018 con una mujer candidata independiente que se postuló para la Presidencia de la República. Si bien el marco legal para garantizar la igualdad formal entre mujeres y hombres para votar y ser votados es muy completo, existen mejoras necesarias como el reconocimiento de la categoría de “violencia política” en la Ley General de Acceso para las Mujeres a una Vida Libre de Violencia”, y un mayor y mejor trabajo de educación y difusión del sentido y objetivo de las cuotas de género.

Eso por un lado y por el otro, resulta de primera necesidad seguir trabajando en la educación de la población para generar un cambio cultural a favor de la igualdad y del respeto de los derechos de las mujeres.

La discriminación en la esfera de lo político, contra las mujeres se concreta en su manera más extrema en la violencia política. En el contexto mexicano nos encontramos con: mujeres amenazadas, agredidas verbal y físicamente, a quienes se maltrata o se presenta, desde una visión sexista como “tontas con cara bonita que contienden por un cargo o feas y gordas que quieren gobernar”; mujeres a quienes se les niega tomar su cargo o ejercerlo en condiciones adecuadas; mujeres a quienes se acosa sexualmente o se les amenaza; otras tantas sufren de actos de agresión contra familiares y colaboradoras y colaboradores.

Las sanciones deben ser efectivas ya que hay casos en los que aunque un Tribunal se pronuncie, los agresores o quienes han realizado las acciones de violencia siguen en sus cargos y actúan con impunidad. Sin duda los partidos políticos pueden junto con las instituciones del Estado contribuir a cambiar esta situación. Es sobre todo el cambio en la sociedad el que va a afianzar y hacer real el derecho a la participación política de las mujeres en México.  


BIBLIOGRAFÍA

Asamblea General de las Naciones Unidas Resolución 66/130, del 19 de marzo de 2012, “La participación política de la mujer”.


ONU-Mujeres, Participación política de las mujeres. A 60 años del reconocimiento del derecho al voto femenino en México. México, 2013.


Revista Foreing Affairs, La participación política de las mujeres mexicanas, María Macarita Elizondo Gasperín, Noviembre 2013 en http://revistafal.com/la-participacion-politica-de-las-mujeres-mexicanas/


Publimetro, Violencia política contra las mujeres aumentará en comicios de 2018 Lidia Sánchez https://www.publimetro.com.mx/mx/noticias/2018/04/07/violencia-politica-contra-las-mujeres-aumentara-en-comicios-2018.html


Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación –Instituto nacional electoral. Protocolo para la atención de la violencia política contra las mujeres en razón de género. Tercera edición. Ciudad de México: Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, 2017.





[1] Asamblea General de las Naciones Unidas Resolución 66/130, del 19 de marzo de 2012, La participación política de la mujer.
[2] ONU-Mujeres, Participación política de las mujeres.
[3] Revista Foreing Affairs, La participación política de las mujeres mexicanas, María Macarita Elizondo Gasperín, noviembre 2013 en http://revistafal.com/la-participacion-politica-de-las-mujeres-mexicanas/
[4] Publimetro, Violencia política contra las mujeres aumentará en comicios de 2018. Lidia Sánchez https://www.publimetro.com.mx/mx/noticias/2018/04/07/violencia-politica-contra-las-mujeres-aumentara-en-comicios-2018.html
[5] Protocolo para la atención de la violencia política contra las mujeres en razón de género. Tercera edición. Ciudad de México: Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, 2017.
[6] Lidia Sanchez, Publimetro, Violencia política contra la mujer aumentará en 2018, 7 de abril de 2018. https://www.publimetro.com.mx/mx/noticias/2018/04/07/violencia-politica-contra-las-mujeres-aumentara-en-comicios-2018.html

miércoles, 28 de febrero de 2018

Panorama Laboral 2017. América Latina y el Caribe, informe de la OIT



Síntesis elaborada por: Ana Luisa Nerio Monroy



El informe "Panorama Laboral 2017. América Latina y el Caribe", elaborado por la Oficina Regional de la Organización Internacional del Trabajo para América Latina y el Caribe, señala que hay un panorama mixto, pues hay recuperación en algunos indicadores y países, y deterioro en otros.

Veintiséis millones de personas desocupadas en el continente sigue siendo una cifra preocupante pues nos habla de mujeres y hombres que no cuentan con el medio (trabajo) para satisfacer sus necesidades y las de sus familias. Se estima que la tasa de desocupación regional ha vuelto a aumentar por tercer año consecutivo, pasando de 7,9% en 2016 a 8,4% al concluir 2017. No obstante, si Brasil se excluye del promedio regional, para el resto de la región la tasa de desocupación se reduce levemente de 6,1% en 2016 a 5,8% al tercer trimestre de 2017…En Centroamérica y México se registró una caída de la tasa de desocupación de 4,5% en 2016 a 4,0% en 2017.” (Panorama Laboral 2017, OIT, p.15)

Un asunto sobre el cual debe ponerse especial atención por los posibles efectos sociales, económicos y políticos que puede tener es el desempleo de jóvenes que sigue siendo alto. De acuerdo a la OIT uno de cada cinco personas jóvenes que busca empleo no lo encuentra. Esto nos habla de millones de jóvenes que ven comprometido su proyecto de vida y que, en un contexto de inseguridad, carencias económicas y presencia de grupos del crimen organizado, pueden ser presa de enganches y engaños para actividades ilegales.

La falta de empleos afecta especialmente a grupos de población como las mujeres, para quienes la tasa de desocupación aumentó .6% al pasar de 9.9% en 2016 a 10.4% en 2017. Este aumento, aunque ligeramente mayor que el de los hombres, que pasó de 7,2% a 7,6%, puede ser el reflejo de diversos factores como la tendencia del mercado laboral a preferir emplear a hombres por ser considerados los proveedores naturales y a que las mujeres se ubican en empleos no formales con mayor proporción que los hombres.

América Latina sigue presentando un crecimiento mínimo y lento. Lo que en nada favorece al mercado laboral. Si bien hay una leve mejora del panorama laboral que paso de alarmante en 2016 a esperanzador en 2017, dicha mejora es lenta e insuficiente. Falta mucho más crecimiento económico. La pequeña mejoría no se presenta en todos los países. Mientras Brasil se recuperó un poco, Venezuela tuvo serios problemas económicos durante 2017.

Hay decrecimiento en el número de empleos formales creados y un aumento de en los empleos no formales. Los primeros presentaron un descenso de 65,3% en 2013, a 64,1% en 2015 y a 63,4% en 2016, mientas que los segundos pasaron de 21,6% a 22,8% y 23,6% en los mismos años. (Panorama Laboral 2017, OIT. P.16)

En materia de salarios la OIT revisa el periodo de 2005 a 2015 y concluye que hay un “aumento real de 1,8% al año. Es decir, en promedio, los salarios reales regionales crecieron en forma sostenida en el periodo, aunque con importantes diferencias entre subregiones, y entre sectores”. (p. 17) Muy importante, la OIT señala que en mientas en el Cono Sur y países andinos hubo un aumento aceptable en “Centroamérica y México, los incrementos salariales estuvieron muy por debajo del promedio”. (p.17)

La lucha por lograr salarios dignos, suficientes y con prestaciones sociales para las y los trabajadores del hogar, donde la presencia femenina prevalece, se mantiene. Las trabajadoras del hogar o dedicadas al trabajo doméstico como lo denomina la OIT, siguen siendo de las peor pagadas en todo el continente. Aunque los salarios de las trabajadoras domésticas, crecieron en toda la región, siguen siendo los salarios más bajos frente a otros salarios.Los salarios del trabajo doméstico son en la mayoría de los casos menores al 50% del salario promedio”. (p.17)

La brecha salarial de género sigue siendo un reto para lograr la igualdad entre mujeres y hombres. Si bien ésta se redujo de alrededor de 20% al 15% entre 2005 y 2015 en América Latina “…los salarios de las mujeres continúan siendo más bajos que los de los hombres”. (p.18)

La OIT concluye que el panorama laboral es mixto, algunos aspectos mejoraron en algunas regiones y otros presentan deterioro. Se espera que 2018 la economía mundial crezca y ello tenga un impacto favorable en la región latinoamericana y el Caribe. Siguen apareciendo como foscos rojos la brecha salarial de género y el acceso al empleo de mujeres y de jóvenes.

Fuente: Panorama Laboral 2017. América Latina y el Caribe. Oficina Regional de la OIT para América Latina y el Caribe.

@aluisanerio

jueves, 1 de febrero de 2018

Género, estereotipos y roles:educar para lograr igualdad


Por Ana Luisa Nerio Monroy


Mujeres y hombres son iguales en dignidad y derechos. Sus diferencias biológicas no constituyen razones para que unas y otros sean discriminados. Ahora bien, las mujeres han sido históricamente destinadas a tareas reproductivas en la esfera de lo privado (doméstico) y los hombres a la esfera productiva y el espacio público, con base en las diferencias biológicas. 

Las mujeres tienen características biológicas distintas a las de los hombres, cierto. Las mujeres tienen senos, vagina, ovarios, y un sistema reproductivo distinto al de los hombres quienes a su vez tienen pene, testículos, testosterona, etcétera. Estas características son naturales. Se nace con ellas. En cambio, lo femenino y lo masculino se construye a partir de lo que la sociedad espera de nosotros en una época y contexto determinado. A pesar de las diferencias que pueda haber entre épocas de lo que se interpreta como lo masculino y lo femenino, un aspecto recurrente es el de la división sexual del trabajo. Esto se ve claramente en los roles de género. Las mujeres realizan tareas de cuidado y reproductivas, de aseo y limpieza en el hogar.  Se quedan en el espacio privado y si trabajan fuera de casa lo hacen generalmente en actividades “propias de la mujer”. Las mujeres según la tradición, no son intrépidas, no juegan futbol, no tienen una vida sexual libre y placentera. Se casan y tienen hijos e hijas.

Los hombres por su parte no lloran, les gustan los deportes y no las muñecas, no expresan sus sentimientos, son fuertes, valientes y violentos. Se les exige éxito social, laboral y económico. Están en la esfera pública y no realizan tareas de cuidado o en el hogar pues “eso es cosa de mujeres”.

Estas características no benefician a ninguno de los dos sexos. Tanto mujeres como hombres se ven limitados para desarrollarse de manera plena y en libertad. En todo caso, si puede hablarse de sexo ganador sería el de los hombres pues son quienes han tenido más privilegios, acceso a puestos de poder y a posiciones que les han permitido dominar o regir desde su visón la vida de las mujeres.

Agentes socializadores del género que se traducen en instituciones sociales como la familia, la religión, la escuela, la comunidad o el trabajo, refuerzas los roles y estereotipos de género. Desde antes de nacer si es niña ya se le destina el rosa como su color o azul si es niño. En casa se enseña a las mujeres a ser recatadas, femeninas, a realizar labores del hogar. A los niños a jugar con pistolas y balones, a ser fuertes.

En la sociedad se refuerzan los roles y estereotipos de manera cotidiana. Hay mandatos sociales que, aunque no sean ley, los hemos naturalizado porque todos los días algo los reafirma. Los medios de comunicación y la publicidad contribuyen mucho a los estereotipos de género. Los hombres deben tener un buen trabajo y éxito económico. Las mujeres deben ser hermosas, delgadas, buenas amas de casa, tiernas, sumisas y dependientes. Bonitas y tontas dice la publicidad. En la escuela se invisibiliza a las mujeres con el lenguaje sexista, por ejemplo. Y las religiones son sumamente androcéntricas y por lo tanto controladoras del cuerpo y vida de las mujeres. No así de los hombres quienes son los proveedores y si son ovejas descarriadas sólo merecen una reprimenda y volver al buen camino.

Educar a las nuevas generaciones y re-educar a las que tienen más años es una tarea importante para lograr avances reales camino a la igualdad sustantiva.  Eliminar los estereotipos y roles de género contribuye también a prevenir y eliminar la violencia contra las mujeres y niñas, asunto nada menor tomando en cuenta el repunte de los actos de violencia contra las mujeres en México, incluida la violencia sexual y el feminicidio.

Apostemos porque desde lo que cada una o uno hace,  terminemos con los estereotipos de género para que niñas y niños, mujeres y hombres vivamos con dignidad y con igualdad de derechos y oportunidades. Cambiar nuestro lenguaje, no reproducir chistes machistas, impulsar la educación para las mujeres, promover la corresponsabilidad de las tareas en el hogar, educar a niñas y niños en igualdad y corresponsabilidad, no reproducir la violencia en nuestras relaciones personales y laborales, y muchas otras acciones, contribuyen a mejorar el panorama de la igualdad de género.



Twitter @aluisanerio

lunes, 8 de enero de 2018

La igualdad como derecho humano en el contexto del enfoque de género



Autora: Ana Luisa Nerio Monroy
La igualdad es un derecho humano reconocido en distintos instrumentos internacionales de derechos humanos y normas jurídicas nacionales. Es un deber y obligación del Estado reconocer, proteger y garantizar el derecho a la igualdad de todas las personas.

Todas las personas nacemos libres e iguales en dignidad y derechos. Esa igualdad legal o formal que existe en el papel, no siempre se corresponde con la igualdad real o sustantiva. Es decir  el verdadero disfrute de los derechos humanos no es igual para todas las personas. ¿Debería serlo? Como principio ético o valor universal sí. Todas las personas deberíamos poder gozar de todos los derechos, tomando en cuenta claro, nuestros contextos culturales.  Eso no significa que en razón de usos y costumbres se trate de manera desigual, por ejemplo, a mujeres y hombres.

La igualdad real o sustantiva lleva en el camino otro tipo de igualdad: la de oportunidades. De nada sirve que la ley diga que todas las personas tenemos derecho a la educación si la escuela más próxima a la comunidad donde yo vivo está a 1 hora caminando y no hay transporte ni caminos. Mi oportunidad de ejercer y gozar el derecho se ve limitado.

La igualdad como principio ético y valor es una aspiración. ¿En verdad todos y todas debemos ser iguales? ¿Iguales para qué? ¿Para tener un celular, un automóvil, una casa?, ¿Quiero ser igual al resto de las mujeres? No. La igualdad que quiero es la de oportunidades y derechos,  quiero la igualdad como no discriminación  y como forma de no ser limitada o restringida en el acceso a oportunidades por el hecho de ser mujer.

El derecho a la igualdad,  no es ese que se restringe a lo jurídico o  formal, pues entonces  se vacía de contenido y resulta al final bastante discriminador, es uno en el que se reconozca  el derecho a la diversidad y a la diferencia y se valore la riqueza cultural sin que por ello se piense que nada puede cambiar o modificarse cuando es a favor de los derechos humanos.

Y junto con la igualdad, si hablamos de oportunidades no podemos dejar de pensar en la equidad, principio de justicia social que implica  tomar en cuenta las desventajas sociales, económicas, políticas, entre otras, que algunas personas tienen y por tanto se requiere “nivelar” para poder ejercer la igualdad real.

Mujeres y hombres somos iguales en derechos pero la historia de la humanidad y la forma en que se ha construido el sistema patriarcal han colocado a las mujeres en una situación de gran desigualdad. Las mujeres no queremos ser iguales a los hombres. Las mujeres no queremos sustituir o “ser” hombres. Las mujeres queremos ser mujeres pero con derechos iguales a los hombres tomando en cuenta que aunque la biología nos hace distintas(os), los derechos que tenemos en tanto personas son los mismos. Reconociendo también, que por nuestro sexo en algunos casos requerimos derechos específicos (me refiero por ejemplo a  la salud reproductiva y maternidad), sin que por ello se considere que las mujeres somos privilegiadas o queremos tener más derechos que los hombres.

 @aluisanerio