Relato de un domingo 8
de marzo en la CDMX (2020)
Autora: Ana Luisa Nerio Monroy
Buscando
a mi tribu
Desde
que tuve conocimiento de la convocatoria pensé en asistir, ya he asistido a
otras marchas del 8 de marzo o con motivo de alguna causa de defensa de los
derechos humanos. Sin embargo, una pérdida personal me tuvo “varada” unos días.
No abundaré en ese tema pues amerita otro texto. Estaba en duelo, deprimida y
había somatizado la tristeza convirtiéndola en cansancio crónico y malestar
estomacal continuo. Así que fue justo en la mañana del domingo 8 de marzo, muy
temprano, que me decidí a asistir a la marcha, pero no tenía un contingente o
grupo al cual unirme. No hubo problema. Unos mensajes a unas amigas y fui aceptada
de inmediato. Ellas ya se habían organizado y me sumaron rápidamente. Primer
acto sororo que recibí esa mañana.
Desayuné
con mi “amorts”, porque para luchar por los derechos hay que llevar el estómago
lleno y el corazón contento. No quería que con la caminata y el sol se me
bajara la presión. Me vestí de negro y morado. ¡Ah y mucho protector solar! El
pañuelo verde lo conseguiría después, tal y como lo informó una chica del
grupo, con las la chavas de la “marea verde”. En la bolsa el kit básico: dinero en efectivo, una
identificación, boletos del metro, pañuelos, agua, dulces (por si se requería
azúcar), más protector solar.
De camino al metro
El
amorts me llevo al metro para no caminar sola. Y allí sentí un poco de desazón. Un poquitín de miedo. Llegué antes de
lo acordado con mis amigas. Avise que ya estaba allí. Ellas venían en camino. A
pesar de no ser tan temprano (11:00 A.M.), no había mucha gente. Y no pude
evitar pensar en esas personas, y sobre todo hombres que atacan a las
feministas o que te miran con la vestimenta morada y hacen cara de
desaprobación. Y recordé los rumores en redes sobre las amenazas de rociar con
ácido a mujeres que participarían en las marchas. “Nosotras preparamos glitter rosa y ellos amenazan con ácido”
leí en Twitter días antes.
Otras
mujeres con prendas moradas o verdes fueron llegando al metro. Ya no me sentí
tan sola. Cuando mis amigas estuvieron cerca me avisaron para subirme al vagón
correcto y encontrarnos. Así fue. Su grito de alegría y de que la primera
“colecta” había sido un éxito, me sonrojó. Bajamos estaciones adelante para
esperar a más mujeres. Pasillos y vagones se pintaron de violeta y verde. Eran
muchas y seríamos todavía más. Una vez reunidas la siguiente parada fue el “El
Caballito” sobre Avenida Reforma.
Nos vamos sumando
Ya
sobre Reforma y cerca de El Caballito esperamos a otras mujeres. No éramos el
único grupo, por supuesto, muchas chavas se encontraron allí con sus amigas. No
es romanticismo ni sentimentalismo, pero daba mucha alegría ver a mujeres de
diversas edades platicar, sentarse en el piso para elaborar sus carteles,
trenzarse el cabello, pintarse consignas en el cuerpo con color verde o morado.
En mi grupo se compartió el plumón indeleble para que unas a otras nos
ayudáramos a escribir nuestro nombre, el de nuestro contacto, teléfono de
contacto y nuestro tipo de sangre “por si acaso”. Otro acto sororo. Una chava
llevaba un gatito de peluche con cascabel para que nos ubicarnos y nos
cuidarnos entre nosotras. No todas nos
conocíamos, éramos amigas de las amigas, pero allí no conformamos como un grupito
para poder salir juntas y apoyarnos. Mas actos sororos. Por fin llegan todas las que esperábamos. Nos
movemos hacia el Monumento a la Revolución.
Inicia la marcha
Juntas
nos sumamos al contingente de mujeres que van solas, el que no admite
hombres. Nos damos cuenta que somos
muchísimas las que vamos a marchar. Mujeres de todas las edades, algunas que se
reconocen feministas otras no, pero en general en contra de la violencia hacia
las mujeres. En nuestro grupo van dos niñas de 12 y 13 años. Hijas de mis
amigas. Y da gusto verles tan valientes y con ganas de marchar y participar en
algo que sus mamás les explican, será histórico. Ver mamás con sus polluelas
marchar fue de lo más bonito que viví en la marcha. Para que ellas tengan un
mundo distinto, para que no vivan con miedo, para que sean libres de elegir sus
vidas.
Las consignas
Y
marchábamos, lento, nos deteníamos, avanzábamos, nos deteníamos. Varias comentamos que éramos muchas mujeres y
tal vez eso había alentado la marcha. No perdimos el ánimo, aunque quedamos por
momentos atrapadas entre contingentes con posturas diversas. Así te das cuenta
que no todas las mujeres se consideran feministas ni todos los feminismos son
iguales.
Por
momentos las consignas no lograban tener todo el eco que hubiéramos deseado,
pero nosotras gritábamos ¡Se va a caer! ¡Lo vamos a tirar! ¡El Estado opresor
es un macho violador!, ¡No somos una, no somos cien, mira gobierno, cuéntanos
bien! ¡Yo sí te creo, yo sí te creo! ¡Te digo que no, necio no, mi cuerpo es
mío, yo decido, tengo autonomía y yo soy mía! Por supuesto en varios tramos
brincamos cantado “El que no brinque es macho”. Volvimos a retomar Reforma y
una vez más pasamos por El Caballito. Allí nos alcanzó una amiga más. Seguimos rumbo al zócalo. El sol pegaba con
fuerzas. Más protector solar y agua para no deshidratarse. Allí nos tocó escuchar los primeros golpes,
ruidos fuertes de mujeres que intentaban tirar las vallas de protección de
algunos inmuebles. Unas gritaban ¡No
violencia! Otras ¡Fuimos todas! Había un poco de confusión. La policía protegía
edificios y monumentos ¡Me protegen mis amigas, no la policía! ¡Quisiera ser monumento para que el gobierno
me proteja! Gritábamos.
Algunos hombres
En
tres ocasiones me sumé a los gritos para sacar a hombres de nuestra sección ¡Fuera
hombres! Íbamos en el contingente de sólo mujeres, sin hombres, por lo tanto,
compañeras se acercaron a ellos para pedirles se salieran, algunos decían,
“pero vengo con ustedes, soy aliado, las apoyo, vengo en paz”. La respuesta era “vete al contingente del
final”. Si leyeran cómo se organizó la marcha, sabrían que los hombres sólo
podrían sumarse hasta el contingente del final. Ah, pero… ¡No! Allí van de protagonistas.
Y nos retiramos (sin
llegar al Zócalo)
El
cierre de calles obligó a las mujeres a tomar 5 de mayo. Allí, apenas a la
altura del Banco de México, de repente se oyó un estruendo, las mujeres
empezaron a correr de regreso; nos tomó por sorpresa, tuvimos que correr de
regreso, perdí de vista a mí grupo. Hubo
miedo, confusión. Me moví hacia unas
ambulancias y allí encontré a dos chavas de mi grupo. Vimos que estábamos bien y empezamos a
caminar nuevamente para buscar a nuestras amigas. Otra vez ruido, mujeres corriendo.
Encontramos a las demás chavas. Una de las niñas casi se cae y estaba algo asustada.
Otra de as chica se cayó y tenía un ligero raspón. Nada grave. Estábamos bien.
Seguimos marchando, pero nuevamente empieza los gritos y la confusión. En se momento
decidimos que ya no llegaríamos a la plancha del zócalo. No estábamos seguras sobre
qué estaba pasando y lo primero sería nuestra seguridad y la de las niñas. Caminos juntas a una estación del metro
segura. Esperamos estar las del grupo que al final se había quedado con unas 10
de nosotras ya que el resto se había separado durante distintos momentos de la
marcha, pero nos aseguramos de que todas estuvieran bien. Y al final, esa frase
que, aunque ya se ha normalizado nos recuerda que las cosas deben de cambiar
¡Mandan mensaje de que llegaron bien!
Actos “vandálicos”
Durante
la marcha se realizaron pintas, se tiraron muros o bardas de protección de
inmuebles o monumentos. Sí. Sí paso. Fueron los menos. No se si yo haría algo
así, pero entiendo a las chavas que lo hacen. Antes no lo entendía. Hubo un tiempo
en que no comprendía por qué se realizaban ciertas acciones que a mis ojos eran
“vandalismo”. Gracias a muchas amigas y
después de escuchar y leer las razones de estos actos, hoy lo veo
distinto. No estoy a favor de la
violencia y esto no es violencia. Son actos de intervención sobre cosas, y las
cosas no sufren violencia, las mujeres sí. Los edificios, inmuebles, estatuas y
monumentos se restauran o se reconstruyen. Una mujer asesinada no volverá. El hartazgo, la indignación, la rabia pueden
llevar a expresiones de que ante los ojos de otras y otros no “sean las formas”. Una de las chavas de mi grupo señaló que las
chicas de negro que realizaban estos actos “se la jugaban”, que hacían lo que
muchas no nos atrevemos; que lo mínimo que podíamos hacer era no agredirlas y “arroparlas”
(qué bonita palabra). Esto no es vandalismo, porque un vándalo o vándala
realiza un destrozo con el mero objetivo del daño por el daño, sin que detrás
de su acción haya una demanda social. Aquí hay una demanda clara que durante
muchas décadas el Estado Mexicano no ha atendido: las mujeres en todo el país corren
peligro todos los días, las matan por ser mujeres; la cultura machista sigue imperando
en todos los espacios, no hay seguridad pública eficaz, ni justicia con
perspectiva de género y sigue reinando la impunidad.
En casa
Ya
en casa dediqué un rato revisar la cobertura de la marcha en redes sociales y
medios de comunicación. Muchos
resaltaban la gran convocatoria y que era un día histórico. Otros señalaron los
actos de “vandalismo”. Yo, por mi parte, disfruté muchísimo ver todas las
maravillosas fotos que se difundieron, ver a un montón de amigas, compañeras y
conocidas vestidas con morados y verdes, con sus pañuelos y sus pancartas en
fotos individuales y grupales; los mensajes, los post, las reflexiones, las
vivencias compartidas de muchas mujeres que marcharon en la Ciudad de México o
en otras partes del país y del mundo se cuentan por miles. Hay imágenes
hermosas, con mujeres de todas las edades y estilos, con carteles y mensajes
exigiendo sus derechos. La marcha va a dar material para muchas charlas, intercambio
de ideas y reflexiones.
Me
fui a dormir cansada pero muy contenta de haber participado. Por supuesto al
día siguiente (9 de marzo), yo hice paro. Me encerré en casa a leer y a
realizar acciones de autocuidado. También desaparecí de las redes sociales.
La sororidad
Esta
palabra aún desconocida para muchas personas cobra significado real, tangible y
palpable en momentos y días como este 8 de marzo. Sororidad, hermandad entre
mujeres, apoyo entre hermanas, sin juzgar, tratando de ponerse en los zapatos
de la otra, sin rivalizar, empatizando con las demás. Amigas que te suman a su
grupo, que te esperan, que te agregan un grupo de mensajes para estar en
contacto y asegurarse de que si algo pasa serás monitoreada. Grupos distintos
que se protegen entre sí, chavas y mujeres mayores gritando que te pongas tu
pañuelo para protegerte de algún tipo de gas que aventaron (no podría decir que
lacrimógeno, porque al parecer no fue eso). Unas a otras nos protegíamos, en un
momento tenso entre varias cargaron la carreola con todo y crío de una
marchista. Nos compartimos, agua, chocolates, dulces, cigarros, boletos del
metro, nos sonreímos, gritábamos y cantábamos. También compartimos nuestra
preocupación porque algo pudiera salirse de control y por nuestra seguridad.
No
voy a romantizar, seguro muchas de las que marchamos no compartimos ideas o
formas de actuar de otras. Las mujeres somos muy distintas, cada una desde sus
experiencias, vivencias y distintos espacios. En el feminismo hay mucha
diversidad y no todas las mujeres son o se reconocen feministas. Lo que en esa
marcha y momento histórico nos convocó fue la indignación, la preocupación y el
hartazgo ante la violencia que las mujeres vivimos en el país.
Muchos
hombres reconocieron que esta marcha y el paro del 9 de marzo eran necesarios y
que ellos, desde sus espacios, también debían trabajar en cambiar la cultura
machista, cuestionarse sus privilegios y la forma en que han construido su
masculinidad. Esto también me parece positivo.
Muchas
mujeres que no suelen asistir a la marcha del 8 de marzo, lo hicieron esta vez.
Eso fue muy positivo. Otras tantas no pudieron asistir, pero expresaban su
apoyo e interés por entender lo que pasaba y por seguir reflexionado en sus
distintos espacios del porqué de la situación de violencia que estamos
viviendo. Sobre todo, pensando en qué hacer para que esto cambie, tal vez desde
casa, desde un trabajo más micro pero que sin duda puede impactar.
Finalmente
leí en una red social el texto de una chava que señalaba que las mujeres no
solamente marchamos, las mujeres y las feministas hacemos muchas cosas más para
que en este país y mundo se respeten los derechos humanos de otras mujeres y de
todas las personas. Marchar o protestar es un derecho que ejercimos y
seguiremos ejerciendo. Y al mismo tiempo seguiremos trabajando, cada una desde
su espacio para en verdad haya una cambio cultural y social a favor de que
todas las mujeres gocemos de todos los derechos, hoy en particular, el derecho
a vivir una vida libre de violencia.
¡Nos
queremos vivas, libres y sin miedo!
@aluisanerio
Me gusta leer lo que ocurrió en CDMX a través de tus ojos. Gracias por compartir tu experiencia prima!!!
ResponderEliminar¡Gracias Alex! ¡Abrazos!
Eliminar