Autora: Ana Luisa Nerio
Monroy
En
la actualidad estamos presenciando un cambio generacional importante en materia
de masculinidades y paternidades. Ciertamente, estos cambios no son
suficientemente discutidos, y muchos hombres se encuentran en estado de soledad
y confusión ante las transformaciones en los roles que juegan en la familia,
relaciones de pareja, mundo laboral y en la sociedad. Algunos se sienten
confrontados y hasta discriminados. El estudio de las masculinidades, que
aporta la perspectiva de género, es un marco de análisis que puede contribuir a
que hombres y mujeres comprendamos mejor las transformaciones que se están
dando y que requieren diálogos abiertos y comprensivos. Esto será indispensable
para lograr la igualdad de género a la que aspiramos si queremos una sociedad y
un mundo con equidad, igualdad y sin discriminación.
Ser
padre significa, desde una óptica meramente biológica, la capacidad que tiene
un hombre de procrear y tener descendencia. Sin embargo, es claro que engendrar
un hijo o una hija, no es lo mismo que ejercer la paternidad. Paternidad y
maternidad no son algo natural, sino construcciones culturales de lo que, en
una sociedad y época determinada, se espera de una mujer o de un hombre que se
convierten en madre o en padre, respectivamente.
Ser
hombre es un hecho biológico, lo mismo que ser padre. Pero la masculinidad y la
paternidad son construcciones socio-culturales. Por ello, no es extraño que
ciertas formas de ejercer la paternidad hayan sido (y aún sean) aceptadas, de
acuerdo al contexto socio-cultural donde se desarrolla la persona. Así como
actualmente se habla de masculinidades en plural, debemos reconocer que hay
distintas paternidades que se ejercen en función de la situación
socio-económica, la edad, la religión, etcétera.
De
manera muy simplificada, se pueden ubicar 7 modelos de paternidad. Sin embargo,
es importante reconocer que ninguno se encuentra en forma “pura” y que podemos
encontrar algunos rasgos de un modelo en otro.
Tradicional-proveedora-distante. Es aquella donde el
padre tiene una figura de autoridad sobre quienes integran la familia, es el
principal o único sostén económico y su relación con hijas e hijos es distante,
poco afectiva y puede o no ejercer violencia. Delega en la madre, u otras
mujeres, las labores de crianza y cuidado. No se involucra más allá de estar
“enterado” del desarrollo de sus hijas o hijos. El trabajo (muchas horas fuera),
le permite mantenerse alejado del hogar tanto física como emocionalmente.
Tradicional-proveedora-presente. Es aquella donde el
padre tiene una figura de autoridad sobre quienes integran la familia, es el
principal o único sostén económico de la familia y su relación con hijas e
hijos es “educadora para la vida”, prepara a su descendencia (sobre todo a los
hijos varones), para enfrentar al mundo, puede o no ejercer violencia. Delega
en la madre, u otras mujeres, las labores de crianza y cuidado. Procura estar
más al tanto de lo que sucede con sus hijas e hijos, pero en calidad de encargado
de “poner en orden o llamar la atención”, cuando es necesario. Su trabajo le
requiere muchas horas fuera del hogar y le permite mantenerse alejado físicamente,
aunque suele estar informado de lo que sucede con la familia.
Tradicional-proveedora-involucrada. El padre tiene una
figura de autoridad sobre quienes integran la familia, es el principal o único
sostén económico de la familia. Además de plantear la importancia de prepararse
para enfrentar la vida adulta, procura estar al pendiente del desarrollo de sus
hijas e hijos. Se permite tener algunas expresiones de afecto con su
descendencia. Procura convivir con su familia y establece comunicación con hijas
(en calidad de protector) e hijos (como guía masculina), sin rebasar ciertos
límites ni abordar “temas, tabú”. Puede o no ejercer violencia. Delega en la
madre, u otras mujeres, las labores de crianza y cuidado. Su trabajo le
requiere muchas horas fuera del hogar, pero respeta ciertos tiempos de
convivencia como fines de semana, vacaciones y reuniones familiares.
Irresponsable-distante-desinteresada. Es aquella paternidad
que no contribuye a la manutención de las hijas e hijos y tampoco sostiene un
vínculo afectivo ni ejerce labores de cuidados. Se desentiende de las
responsabilidades económicas y afectivas respecto a su descendencia. Puede
vivir o no con la familia. Ejercen violencia económica y en muchas ocasiones,
emocional. La violencia física puede o no estar presente.
Irresponsable-presente. Es aquella que no contribuye a la
manutención de las hijas e hijos, aunque sostiene un vínculo afectivo y en
ocasiones ejerce labores de cuidados. Se desentiende de las responsabilidades
económicas, aunque mantiene cierto contacto que puede ser afectivo o distante. Puede
vivir o no con la familia. Ejercen violencia económica y en muchas ocasiones, emocional.
La violencia física puede o no estar presente.
Paternidades en
transición.
Forman parte de las nuevas generaciones que están atestiguando la inserción de
las mujeres al mundo laboral, lo que ha implicado que ellas tengan
independencia económica, así como niveles educativos iguales o más altos que
sus parejas. Reconocen la igualdad entre mujeres y hombres y se oponen a
ejercer violencia. Se involucran más con la crianza de sus hijas e hijos y se
sienten más libres para mostrar su afecto y sentimientos, pero todavía no se
hacen corresponsables de las tareas de cuidado y labores del hogar de manera
suficiente o equitativa con su pareja. Preservan algunos rasgos de machismo.
Tienen conflictos con su masculinidad, pues el entorno social los presiona para
mantener los privilegios que les ha otorgado por siglos la cultura patriarcal.
Son corresponsables en materia económica.
Paternidades igualitarias
y corresponsables.
Son las ejercidas por hombres que están más conscientes o han tenido acceso a
otros estilos de educación que les proveen de herramientas para comprender su
masculinidad, desde una visión de igualdad de género (no necesariamente las
reconocen con ese nombre). Tienen relaciones afectivas más libres de
estereotipos con sus hijas e hijos, se involucran en la crianza, tareas de
cuidado y labores del hogar, buscando un mayor equilibrio en la carga de
trabajo con sus parejas. No ejercen violencia. Tienen apertura para dialogar sobre
los temas, situaciones y emociones y eliminar los rasgos machistas que la
cultura patriarcal ha inculcado en ellos. Son corresponsables en materia económica.
A manera de conclusión
No
hay una forma de paternidad pura, ya que se presentan rasgos de formas
tradicionales, con algunos cercanos a las paternidades igualitarias y
corresponsables. En realidad, podríamos hablar de una coexistencia de diversos
modelos de paternidad. Hoy, muchos hombres buscan nuevas formas de relacionarse
con las familias que han formado. En tiempos recientes, han roto con aquellos
esquemas tradicionales del padre proveedor, distante y autoritario, para dar
paso a relaciones más cercanas y gratificantes con sus hijas e hijos. Sin embargo,
aún pesan mucho los estereotipos y roles tradicionales de género, que
obstaculizan el ejercicio libre y disfrute de paternidades igualitarias,
corresponsables y afectivas.
@aluisanerio
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